
Voy andando por la nieve, pero no la nieve pisada por las negras suelas de los zapatos, ni por las patitas blandas de los animales, ni aquella por la que hayan pasado coches sino una nieve blanca, tan blanca que deslumbra.
Mientras voy andando por esa increible nieve que, curiosamente no mancho, voy pensando en lo que habría sido nuestra relación si te hubiera dicho que si.
Sigo pensando, llevo una hora andando, me paro en seco, miro ver caer los copos gordos y suaves de nieve, sonrio, me quito el gorro y dejo que caigan sobre mi pelo hasta que parezca que tengo canas.
Pasan tres minutos desde entonces, sigo andando, pensando, imaginándonos a los dos juntos por las calles de Madrid, imaginando como sería mi mundo si tu estuvieras ahí, voy hablando conmigo misma pero algo me interrumpe, un sonido que viene de una calle, paro, miro a mi alrededor asustada, tengo los ojos abiertos como platos, el oido fijo en la calle, me pongo nerviosa, me pongo de frente a la calle y mientras mi corazón late a mil por hora, sale un perro negro carbón de ojos grises, mi corazón se relaja, mis ojos en cambio siguen mirando fijamente pero esta vez al perro, mi oido ya no está tan pendiente.
Durante unos minutos, nos quedamos mirándonos, el perro parece que solo me mira porque yo le miro, pero al finalizar un minuto mas, se va, se da la vuelta y se va.
Respiro profundamente y sigo mi camino.
Me vuelvo a poner el gorro, pero antes me sacudo el pelo, esta blanco, mis pensamientos han tomado otro rumbo, sigo pensando en ti, pero también en mi, sonrio, lloro, corro durante algunos minutos, me tiro a la nieve, me tumbo boca arriba, no paro de pensar y pensar.
Cierro los ojos, los tengo cansados, se me queda la mente en blanco, dejo de pensar, una vocecilla en mi cabeza me dice que me levante, así que lo hago, me levanto y sigo andando.
En el último trayecto antes de llegar a una fuente con su agua congelada, vuelvo a oir otro ruido, pero esta vez por los arbustos que se encuentran tras la fuente.
Empiezo a temblar del miedo, me quedo inmóvil, mis ojos platos, mi oido atento, mi piernas no responden, dejo de pensar, dejo de respirar, me pongo morada, mis labios se seperan de los dientes, no se que hacer.
Pasan dos minutos y así sin mas, apareces tu, sales con una sonrisa, me miras, te acercas poco a poco, sigo inmóvil, me abrazas riéndote y me dices que tranquila, pero yo sigo intranquila.
Me coges de la mano, me llevas al césped cubierto por toda la nieve, me tumbas y te tumbas a mi lado, hacemos dos ángeles, reimos, nos quedamos dormidos y es entonces cuando sé que todo aquello que me imaginaba era cierto.
Todo lo vivido había acabado con dos ángeles en la nieve.
Lo no vivido sin embargo había acabado con dos amigos en la nieve.
Mientras voy andando por esa increible nieve que, curiosamente no mancho, voy pensando en lo que habría sido nuestra relación si te hubiera dicho que si.
Sigo pensando, llevo una hora andando, me paro en seco, miro ver caer los copos gordos y suaves de nieve, sonrio, me quito el gorro y dejo que caigan sobre mi pelo hasta que parezca que tengo canas.
Pasan tres minutos desde entonces, sigo andando, pensando, imaginándonos a los dos juntos por las calles de Madrid, imaginando como sería mi mundo si tu estuvieras ahí, voy hablando conmigo misma pero algo me interrumpe, un sonido que viene de una calle, paro, miro a mi alrededor asustada, tengo los ojos abiertos como platos, el oido fijo en la calle, me pongo nerviosa, me pongo de frente a la calle y mientras mi corazón late a mil por hora, sale un perro negro carbón de ojos grises, mi corazón se relaja, mis ojos en cambio siguen mirando fijamente pero esta vez al perro, mi oido ya no está tan pendiente.
Durante unos minutos, nos quedamos mirándonos, el perro parece que solo me mira porque yo le miro, pero al finalizar un minuto mas, se va, se da la vuelta y se va.
Respiro profundamente y sigo mi camino.
Me vuelvo a poner el gorro, pero antes me sacudo el pelo, esta blanco, mis pensamientos han tomado otro rumbo, sigo pensando en ti, pero también en mi, sonrio, lloro, corro durante algunos minutos, me tiro a la nieve, me tumbo boca arriba, no paro de pensar y pensar.
Cierro los ojos, los tengo cansados, se me queda la mente en blanco, dejo de pensar, una vocecilla en mi cabeza me dice que me levante, así que lo hago, me levanto y sigo andando.
En el último trayecto antes de llegar a una fuente con su agua congelada, vuelvo a oir otro ruido, pero esta vez por los arbustos que se encuentran tras la fuente.
Empiezo a temblar del miedo, me quedo inmóvil, mis ojos platos, mi oido atento, mi piernas no responden, dejo de pensar, dejo de respirar, me pongo morada, mis labios se seperan de los dientes, no se que hacer.
Pasan dos minutos y así sin mas, apareces tu, sales con una sonrisa, me miras, te acercas poco a poco, sigo inmóvil, me abrazas riéndote y me dices que tranquila, pero yo sigo intranquila.
Me coges de la mano, me llevas al césped cubierto por toda la nieve, me tumbas y te tumbas a mi lado, hacemos dos ángeles, reimos, nos quedamos dormidos y es entonces cuando sé que todo aquello que me imaginaba era cierto.
Todo lo vivido había acabado con dos ángeles en la nieve.
Lo no vivido sin embargo había acabado con dos amigos en la nieve.
No comments:
Post a Comment